Desengañarse es como si, en vez de tropezar de nuevo con la maldita piedra, ésta le cayera a uno sobre la cabeza. Primero se siente la confusión del impacto. Después viene el dolor, y más tarde la cicatriz. Es una analogía bastante tonta, pero para mí es suficiente; encaja dentro de mis pensamientos reiterados sobre piedras, tropezones y personas ingenuas.
A veces me pongo a pensar, y me da risa imaginar lo que habría sido si te hubiera seguido buscando... ¡qué pena! ¿no? creo que hasta el día de hoy estaría atrapada en ese pantano en que me hundía cada vez más, intentando avanzar sin ver nada. Menos mal que finalmente quise dejar de engañarme y encontrar la salida. Menos mal que me liberé del laberinto de la idiotez y que ahora puedo mirar todo con otros ojos, tranquila y por fin en paz desde hace unos meses. Claro que el mérito no es todo mío, porque el mundo a mi alrededor me decía a gritos lo que no podía ser más cierto: que estaba perdiendo el tiempo. Yo sólo tuve que abrir un poco la mente.
Tema ya ultrarecontrarepasado (23/6/2008) pero que quise rescatar :)
Publicado por 21enlavíadeltren. en 13:55 sábado, 23 de agosto de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentarios:
Proust lo buscaba, y al final termino dedicando siete libros a esa búsqueda del tiempo perdido.
hermoso lo que escribís.
Publicar un comentario