En el tintero.

martes, 13 de enero de 2009

Aún con las neuronas atontadas por la amable ola de delicioso calor agobiante, tan propio de la bonita ciudad de Santiago por estos días, tengo que ponerme a escribir para satisfacer mi necesidad de sentir que hago algo más productivo que dedicarme a perfeccionar el arte de mirar al techo con detenimiento.
Debo decir que soy de esas personas optimistas que cada 1 de Enero declaran con alegría: año nuevo, vida nueva. Así como me encanta comprar un cuaderno en blanco y pensar en cómo haré para llenarlo hasta la última página y el último renglón, me agrada la idea de tener por delante doce meses con olor a nuevo.
Hace dos semanas que es 2009 y debo decir que me siento orgullosa de mí misma por haber sido capaz de cumplir la promesa que me hice de librarme de la mayoría de las cosas (me refiero a cosas como hechos, palabras, pensamientos, en fin, cosas, eso es) que el año pasado me tenían un poco estancada con su puta negatividad.
Ahora, sólo hace falta sacarme de encima la más pesada de todas y tirar a la basura el cuaderno del año pasado. Esta vez se me quedó encima del escritorio.
Me pregunto cómo alguien puede ser tan contradictorio como para sentirse incapaz de librarse de algo que no le deja avanzar.
En fin, como sea se tiene que poder. Se tiene que poder.