Podría arrancar de su mente con sus propias manos esos recuerdos mal pegoteados, y usar la fuerza de la angustia que ahora mismo siente para destruírlos, hasta matarlos por completo. Podría dar la vuelta al mundo en un segundo, pararse encima del Sol y llorar hasta secarse por dentro, correr hasta desmembrarse, gritar, perdurar, entregar miles de instantes. Pero prefiere sentarse ahí en la sombra a pudrirse un rato con su caparazón, a mirar cómo la vida desfila ante sus ojos.
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